La Vigilancia Estratégica, también entendida como Inteligencia Competitiva, es una herramienta de innovación al alcance de cualquier tipo de organización que permite captar información del exterior, analizarla y convertirla en conocimiento para tomar decisiones con menor riesgo y poder anticiparse a los cambios. Para que sea realmente efectiva, la vigilancia se debe realizar de manera sistemática (captura, análisis, difusión y explotación de la información), permitiendo a la organización estar alerta sobre las innovaciones susceptibles de crear oportunidades o amenazas e incrementar así su competitividad.
La Vigilancia Estratégica como tal engloba a su vez a cuatro tipos de vigilancia:
Independientemente del tipo de organización y su sector, el punto de partida para implantar un sistema de vigilancia es saber qué se va a vigilar, es decir, determinar las tecnologías, conocimientos o competencias que se consideran claves o estratégicas para la organización. Cada tecnología clave debería tener asignado un responsable de vigilancia y una serie de fuentes de información. Estas fuentes de consulta pueden ser muy variadas, desde revistas y publicaciones científicas, Internet, boletines, información obtenida de asistencia a ferias o congresos, información suministrada por proveedores, colaboradores, clientes, etc.
Una vez que se ha establecido la sistemática de obtención de la información, es conveniente asegurarse de que ésta es analizada y fluye convenientemente a través de la organización. Es decir, que el conocimiento detectado por una persona se transmite adecuadamente al resto de interesados.
Como apoyo a las actividades de vigilancia estratégica se pueden emplear diversos software y herramientas informáticas de distintas características, por ejemplo, lectores de RSS, rastreadores de contenido web, plataformas a medida de vigilancia, software de análisis de patentes, etc.