07
Mar
2016
Raúl Mínguez, director del Servicio de Estudios de la Cámara de España, expone los principales desafíos con los que se encuentran las pymes españolas a la hora de exportar sus productos y servicios.
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El afianzamiento de la internacionalización es, sin duda, uno de los principales cambios estructurales positivos experimentados por la economía española durante los pasados años de crisis. En los momentos más duros, nuestras empresas han conseguido ampliar su presencia exterior, con incrementos continuados en la base exportadora, ganancias de cuota de mercado mundial, y elevadas tasas de crecimiento de las exportaciones manifestadas en una notable aportación positiva de la demanda externa al avance del PIB. No en vano, España cuenta con más de 147.000 compañías exportadoras y alrededor de 500 empresas líderes en sus sectores a escala global.

Esta sobresaliente trayectoria, sin embargo, podría verse contenida por una debilidad del crecimiento mundial, y por tanto del comercio global, mayor de lo esperado. Tanto el Fondo Monetario Internacional como la Comisión Europea, en sus últimas previsiones, han reducido en alrededor de medio punto porcentual sus proyecciones sobre el incremento del comercio mundial para los años 2016 y 2017.

Tras esta perspectiva se encuentra la probabilidad de un crecimiento mundial más débil y desigual, con riesgos relevantes como la desaceleración de China y otros mercados emergentes (Brasil, India o Turquía), el agravamiento de ciertas tensiones geopolíticas, la apreciación del tipo de cambio efectivo real del euro, o los efectos de la política de normalización monetaria en Estados Unidos.

Las consecuencias de esta ralentización prevista en el comercio mundial podrían derivar en un menor avance de nuestras exportaciones, lo que, en combinación con unas importaciones espoleadas por el dinamismo previsto de la demanda interna, implicaría una contribución negativa del sector exterior que podría debilitar el actual ritmo de crecimiento de la economía española.

Por ello, frente a los factores globales exógenos comentados, es preciso incidir sobre la necesaria mejora de la competitividad e internacionalización de nuestro tejido productivo, y sobre la diversificación geográfica de las exportaciones. España no puede renunciar a seguir apostando por la expansión exterior de su tejido empresarial, dada nuestra elevada deuda externa. El proceso de internacionalización es mucho más que una posible opción estratégica de las compañías, erigiéndose como un aspecto decisivo para la propia supervivencia empresarial.

En último término, ante el escenario global planteado, nuestro país necesita afianzar la estabilidad política, social e institucional, capaz de aportar confianza y seguridad a los distintos agentes. Sin esta base, se pondría en riesgo el desarrollo futuro de nuestra capacidad exportadora y, por ende, de la recuperación económica

Raúl Mínguez. Director del Servicio de Estudios de la Cámara de Comercio de España

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