04
Abr
2018
A primeros de los 80, el cubano Silvio Rodríguez cantaba una fantasía a un Unicornio Azul que había perdido. Lo quería tanto que incluso ofrecía una recompensa a quien pudiera darle cualquier información. Más de 35 años después, ha aparecido un unicornio en el mundo de la empresa española. No es azul, sino morado, y tiene nombre propio: se llama Cabify. Aunque este unicornio tiene poco que ver con aquel: lo es porque se trata de la primera y única empresa española valorada en más de 1.000 millones de dólares.
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Es un caso verdaderamente excepcional: no hay más de 50 en Europa y, como ocurre últimamente, su actividad está relacionada con la nueva economía. Cabify nació hace menos de 10 años, en 2011, a partir de la idea de sus creadores de ofrecer un servicio de transporte de personas completamente distinto a cualquier otro que existiese. Y encontraron su nicho de especialización: conectar a pasajeros y vehículos a través de una aplicación de teléfono móvil. Fueron más allá: los conductores son cuidadosamente seleccionados, ofrecen agua, preguntan al cliente por sus preferencias sobre  temperatura del vehículo o emisora de radio para escuchar y los vehículos siempre están impecablemente limpios. Un servicio que pretende emular al de los conductores privados a precios populares.

Todo esto ha sido posible gracias a las nuevas tecnologías. Lo explica muy bien Mariano Silveyra, director regional para Europa de Cabify. La clave está en conocer a tu usuario, qué necesita, qué le puedes ofrecer para que te elija a ti. Sabiendo eso, es fácil poner en marcha los cambios necesarios en el producto o el servicio. Para hacer eso, las pymes tienen la ventaja de que su tamaño les permite ejecutar las adaptaciones con más rapidez. Combínese eso con un uso práctico de herramientas que ya utilizamos todos, como Google, que permite seguir el recorrido del conductor asignado desde el momento de la reserva; o la aplicación de tráfico Waze, que guía por la ruta más rápida entre el punto de recogida y el de destino, y el éxito está servido. Incluso salvando los problemas y las dificultades, que Silveyra recuerda que han sido muchos y poca la ayuda recibida.

Así va cambiando nuestras vidas la digitalización. Y lo que falta por llegar. Estos servicios de transporte de personas, y los coches compartidos, de los que cada día se ven más en las grandes ciudades; y los vehículos eléctricos, que obligarán a instalar más postes de recarga; y los coches sin conductor… Son actividades que están en pleno desarrollo y requieren de talento digital que se encargue del diseño o el análisis de Big Data para seguir adelante y para lo que faltan manos. Esa especialización tecnológica no es solo demandada por las empresas de la nueva economía, sino también por la industria tradicional que se encuentra en plena transformación digital. Como oímos tantas veces en los últimos tiempos, hay que fomentar el espíritu emprendedor y adaptar las enseñanzas para que esas nuevas profesiones sean capaces de cubrir las necesidades de las empresas cuánto antes.

Como usuarios o emprendedores, lo que ganaremos será claramente visible: ciudades más limpias, con menos atascos y Silveyra se atreve a decir incluso que más baratas, porque hacemos un mal uso del coche. Él dice que solo hay que escuchar a los millennials  para darse cuenta de que va a ser así: están más concienciados sobre la necesidad de proteger el medioambiente y no quieren saber nada de endeudarse para comprar un coche. Por qué hacerlo si cuando necesiten uno pueden pedirlo a través del teléfono móvil o buscarlo, también a través del celular, para encontrar el más cercano, abrirlo, subirse y conducir. Cada día un coche nuevo y sin pagar impuestos. Al precio únicamente de lo que gastemos en ese momento. En las películas de ciencia ficción no salen estas cosas, pero es el futuro que ya vivimos. 

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